(disclamer:En medio de la intensa fiebre producto de una terrible gripa mal cuidada e invadida de culpa por no haber enviado mi ponencia cuando prometí, ni una semana tarde, ni una semana y dos días tarde,me veo forzada a destapar otra más de las tantas ollas podridas mediante un anuncio que amenaza con arrebatar la fe de tantos en la credibilidad de uno de los "grandes genios musicales de la historia". No pretendo, en ningún momento, motivar a ningún "fanático afiebrado converso al hidrofobismo" a cometer actos inmorales, así que en caso de existir algún irreprimible impulso pirómano entre los mencionados no-bañados, reportarse con
AndyG, o
Michin, principales fuentes de esta investigación.)
Luis Alberto Spinetta es uno de esos hombres grandiosos cuya capacidad creativa excede cualquier pronóstico; las letras crípticas de sus agridulces melodías tienen un efecto catártico sobre el inocente escucha que por primera vez se encuentra con la magnificencia de la producción de un verdadero genio. A pesar de la notoria complejidad de su lírica, existe una extraña familiaridad en lo que se dice en cada estrofa, es imposible no sentirse acogido por la expresión de un sentimiento universal de humanidad, por la sensibilidad en forma pura volcada en ondulaciones melódicas. Su voz, tan particular que resulta inmediatamente reconocible, produce heridas profundas en los espíritus conmovibles, enganchándolos por siempre a esa gracia capaz de salvarnos a todos del vacío de la existencia.
La historia de Spinetta, tantas veces contada, carece siempre de un importante capítulo, siempre se ignora un periodo tan significante para el mundo como para Luchito mismo. La negligencia en la mención de tal periodo deja inexplicadas muchas cuestiones vitales, que hoy, por primera vez, empezarán a ser resueltas.
Siendo aún joven, un delgado Luchito viajó a los Estados Unidos buscando la oportunidad de grabar algunos temas en inglés. Conoció, en aquél entonces, a un hombre que cambiaría su destino para siempre, un tal Jim; después de algunas conversaciones informales, se pactó que la grabación de un número aún indefinido de pistas habría de llevarse a cabo con absoluta discresión. El trabajo de composición y arreglos tomó cerca de un año en ser acabado, los conflictos con el nuevo productor eran cada vez más frecuentes atrasando, de manera preocupante, el lanzamiento del proyecto. Un informante, que prefirió permanecer anónimo declaró:
"Lucho era un tipo difícil, criticaba constantemente al baterista, tildandolo de 'bestia irracional'. Recuerdo que alguna vez su novia del momento, que estaba algo pasada de kilos quiso participar en la grabación, yo admito que su voz chillona no era apta para el proyecto, pero Lucho enloqueció, no podía parpadear y su cabeza se movía como si rebotara un balón... por un momento pensé que sus brazos se desarticulaban y que la rojísima lengua que ahora se veía claramente estaba completamente pegada a su boca. Después de eso se fue caminando, como sólo él sabe hacerlo... Fue la última vez que vi al flaco."
Jim, decepcionado del flaco por el abandono, decidió que, al haberse firmado contrato lo mejor era aprovechar las grabaciones e implementarlas. Algunos cambios fueron posteriormente implementados. De la extensa colección de imágenes que en aquella época fueron reunidas, sólo queda hoy ésta, en la que, a pesar de lo que cualquiera diga, se identifica al gran Luis Alberto en toda su gloria.-->
. para los incrédulos, he aquí una imagen más reciente, los reto a encontrar diez diferencias.-->
Hoy en día, Luis Alberto niega que este episodio haya en realidad ocurrido, pero existen indicios claros de su veracidad. Él mismo ha rendido tributo a aquellos tiempos en que su ingenuidad y su intolerancia al olor del puerco hicieron de él el mechudo hidrofóbico que hoy es.-->
Por eso es que todos oimos a Spinetta con una nostalgia inexplicable, la familiaridad de su voz, esa aparente falta de virilidad en ella, esas letras que parecerían enumerar palabras que comienzan por "l", su meneo de cabeza cuando canta baila y sale del escenario. Es innegable todo lo que debemos a este gran genio: No sólo nos enseñó Spinetta a sentir: NOS ENSEÑÓ A LEER.